FRONTERS, PIRATA Y FARAONES |
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IntroducciónCuarto relato que nos presenta el autor, salido nuevamente al igual que el anterior de la propia imaginación del mismo. Deja atrás todas las historias guardadas, pues no le satisfacen y vuelve a crear un relato de la nada. En esta ocasión, los primeros capítulos nos recuerdan a la gran película de “Los Goonies” de 1.985, pero no es una copia de ella pues el desenlace y la complejidad es completamente diferente. Cierto es, que aunque no sea un homenaje a dicha película, hay connotaciones e incluso alusiones que los propios personajes hacen de la misma. De hecho, los protagonistas se hacen llamar Fronters haciendo recordar al nombre del grupo de chicos de ese gran film. Es un relato donde todos los acontecimientos pueden ser reales hasta el momento en que el autor hace volar su imaginación para pasar de lo real a la ficción, pero intentando convencer al lector de que todos los sucesos pueden ser reales, pues los lugares descritos, existen realmente. Tal vez sea todo pura ciencia ficción, pero como siempre, la forma de narrarlo hace confundir al espectador, llegando a creer que el tesoro escondido de Willy el Tuerto de Los Goonies pueda existir realmente, pero en esta ocasión será del Pirata Media Bota. Este relato, cuenta las peripecias de un grupo de amigos que guiados por las historias que narra un vagabundo en torno a tesoros ocultos de piratas, intentarán buscarlo en túneles secretos bajo su ciudad, Jerez de la Frontera. Pero el tesoro es lo de menos en este increíble aventura, pues una vez encontrado, algo extraño descubrirán que les marcará en sus vidas. Anímate a descubrirlo y no creas todas las cosas que cuentan los ancianos, vagabundos o trovadores, pues siempre hay algo de verdad o mentira en ellas.
I.- IdeandoCuentan muchas Leyendas Urbanas que en numerosos pueblos de la provincia de Cádiz existen restos de ciudades en el subsuelo de ellas, galerías ocultas, pasadizos secretos que comunicaban edificios importantes unos con otros. Son los restos de otras civilizaciones ya sean romanas o visigodas, que originalmente sirvieron como acueductos o redes de saneamiento. Con el tiempo quedaron sepultadas y algunas sirvieron en épocas medievales como pasajes secretos. Utilizadas como vía de escape en épocas de guerra o para comunicar los edificios emblemáticos de la ciudad sin que la plebe lo supiese. El caso es que, en cualquier ciudad de esta provincia, hay historias que hablan de ellas. Con el tiempo, por el deterioro de conservación, por seguridad o bien porque las altas esferas o los que mandasen en aquel momento no quisieron que se supiesen, todas ellas quedaron ocultas. Se tapiaron en épocas diversas y se perdieron en la memoria. Hoy día, cualquier oriundo de cualquier pueblo conoce a alguien que su tatarabuelo le contaba a sus nietos que un amigo suyo entró en una de esas galerías.
Pero el inicio de nuestra historia lo vamos a centrar en dos puntos diferentes, curiosamente en dos cafeterías. Era un domingo como otro cualquiera, muy temprano, casi al amanecer. Una de esas cafeterías se encuentra en El Puerto de Santa María, muy cerca del espigón que separa la playa de La Puntilla con la desembocadura del río Guadalete. Allí entraron dos personas muy mayores, un hombre y una mujer, portando cada uno un macuto con los utensilios y enseres necesarios para la pesca. Ambos eran de avanzada edad y llevaban ropa de pescadores, con una gabardina grisácea y unas botas de agua del mismo color. Se sentaron y al camarero, que ya los conocía, le bastó con un gesto para saber lo que iban a tomar. Cuando el camarero les sirvió, entró otro hombre que se sentó al lado de los dos anteriores. Este hombre, que sería de la misma edad aproximadamente, vestía elegantemente, con una cazadora marrón oscura, pantalones de lana negro y zapatos contemporáneos de color marrón. Llevaba en la mano una bolsa de plástico. No era cliente habitual por lo que el camarero se le acercó para ver que iba a tomar. ~Buenos días- dijo educadamente el hombre elegante a los dos pescadores al sentarse. Los dos pescadores al terminar de desayunar salieron de la cafetería y se dirigieron a un pequeño muelle que había cerca del espigón. Allí se montaron en su lancha y embarcaron a la mar. El hombre elegante, sin prisa pero sin pausa, se quedó un buen rato en la cafetería deleitándose con su desayuno. La segunda cafetería donde paralelamente empieza este relato se encuentra en Jerez de la Frontera, entre la Plaza del Arenal y la Alameda Vieja. Aunque no era tan temprano, ya había amanecido, no había mucha gente por la zona y la cafetería estaba aún vacía. Allí un hombre de avanzada edad entró junto a uno de sus hijos a desayunar. Se sentaron junto a una ventana para ver la calle por fuera y le pidieron al camarero lo que iban a tomar. Mientras les traía el desayuno, conversaban. ~Sigo sin entender por qué nunca has vuelto a tu ciudad natal, aunque fueran visitas esporádicas para verme. Siempre he ido yo a visitarte- le recriminaba el hijo-. Tampoco sé por qué has vuelto estos días. El padre se agachó, cogió una bolsa de un supermercado y se la entregó a su hijo. En su interior, había una botella de cristal. El hijo la cogió y salió del local para toparse con un hombre de avanzada edad, aproximadamente como la de su padre. Vestía con harapos viejos, propios de un vagabundo. Llevaba una mochila en la espalda, una gabardina negra y un gorro que parecía de piratas. Calzaba unas botas de color marrón, curiosamente de pares diferentes. Se postró delante de él y le saludó cordialmente. ~Hola, buenos días ¿qué tal?- dijo Marcelo. El vagabundo se alejó y Marcelo regresó a la cafetería para reunirse con su padre. Se sentó nuevamente en la silla y lo miró diciéndole. ~¿Qué, contento? He hecho exactamente lo que me dijiste y él ha reaccionado como tú predijiste. Ambos salieron de la cafetería y anduvieron hacia el centro de Jerez. Cuando llegaron a la Plaza de Arenal siguieron por la Calle Larga y el padre comenzó a contar sus anécdotas de cuando era un chaval. ~Es una larga historia y muy difícil de creer, pero si prestas atención, comprobarás que no me invento nada, que todo encaja, que sucedió tal cual te la voy a revelar. Como sabrás, o conocerás, o habrás oído alguna vez, hay numerosos túneles que existen debajo de nuestra ciudad- el hijo asintió con la cabeza pero no dijo nada para no interrumpir. Ansioso por descubrir el secreto que durante tantos años su padre había estado ocultando-. Leyendas urbanas, invenciones o quizás se ocultaron para que nadie los descubriera. El caso es, que la historia que te voy a contar, como no sé por dónde empezar, voy a comenzarla justamente cuando tres amigos, llevados por los relatos que cuenta un vagabundo, se introducen en el interior de esos túneles. Los chicos estaban empeñados en buscar una galería oculta donde decían que había un gran tesoro. Todas las leyendas tienen algo de verdad y sin duda ésta que vas a escuchar, es tan real que así sucedió.
II.- BúsquedaAle, Marcos y Raúl eran unos adolescentes muy diferentes entre sí, tanto en sus personalidades, gustos e incluso en su forma de vestir, pero aun así eran grandes amigos. Ellos, junto con otros dos, se hacían llamar los Fronter. ~¡¡Wooala!!, pasad amigos míos a la Torre del Homenaje- dijo Marcos emocionado. Él era el más interesado de todos en esa búsqueda y, aunque no tuviese el don de mando, los demás le obedecían ya que estaban entusiasmados con lo que podrían encontrar. No era muy hablador pero cuando creía en algo lo defendía, lo discutía y no se callaba hasta que le daban la razón. En aquella ocasión no hacía falta, pues cuando se habla de tesoros es fácil convencer a los demás. Era un chico de apariencia normal, solía vestir bien y con buenos modales, siempre y cuando no le sacaran de sus casillas. Antes de entrar, Marcos sacó de su macuto cinco linternas pequeñas y las repartió entre ellos. ~Lástima, las otras dos eran para Fran y Eva- comentó Marcos, dándole dos a cada uno y quedándose él con una que era algo mayor. Además de las linternas, sacó un frontal para la frente y otro para el pecho, y se los puso.
~No vas a encontrar nada. Todas esas historias son falsas- comentó Raúl. Marcos se agachó, sacó el destornillador, lo introdujo por una de las rendijas y haciendo palanca consiguió levantarla un poco. Luego les pidió a los otros que le ayudasen. Entre los tres levantaron la tapa y la dejaron caer a un lado. Ante ellos apareció un agujero oscuro de unos sesenta centímetros de diámetro con unos peldaños de barras de acero anclados en la pared. Los tres iluminaron el interior del pozo, pero no vieron el fondo. ~Si crees que me voy a meter por ahí, estás loco- dijo Raúl. Marcos sacó de su macuto una cuerda, se la puso en el pecho, justo debajo de los hombros, y le dio el otro extremo a Ale. ~Bajaré yo primero. Por si acaso, agarradme fuerte- comentó Marcos-. ¡Veréis como lo encontramos! Marcos bajó muy despacio, con mucha precaución, contando los escalones, para que sus amigos pudieran oírle. Cuando por fin tocó suelo, unos cinco metros hacia abajo, les gritó a sus amigos para que descendiesen. Antes de bajar, Raúl hizo un nudo con el extremo de la cuerda en el primer peldaño. Una vez los tres estuvieron abajo, iluminaron el túnel que se abría ante ellos. ~De verdad chicos, esto es una locura, pero está chulo, vaya aventura- pronunció Raúl asombrado iluminando las paredes y el techo del túnel-. No sé si existirá el tesoro ese, pero ya sólo descubrir esto, merece la pena. ¿Tal vez sean cloacas romanas?
~Mirad llegamos al final- dijo Marcos señalando con la linterna hacia arriba-. Justo allí arriba estará la Catedral. Los tres amigos se dieron la vuelta, siguiendo las indicaciones de Marcos y justamente pasado unos quince minutos, cuando anduvieron los 300 pasos establecidos, se detuvieron. ~Bueno, esto debe ser la mitad del túnel, así que ahora tenemos que buscar una marca o señal que nos indique una puerta secreta o pasadizo hacia la gran galería- dijo Marcos deteniéndose y exclamando-. ¡Al gran tesoro pirata! Los tres se pusieron a alumbrar las paredes buscando una muesca entre las juntas de los sillares, alguna señal o algo fuera de lugar que indicase la apertura hacia un pasaje secreto. Pero cuando estuvieron unos vente minutos tocando, buscado algo anormal, sin hallar respuesta, Raúl se detuvo cansado y comenzó a hablar. ~Chicos, aquí no hay nada- dijo Raúl-. Vale que nos creyéramos lo del túnel, eran leyendas urbanas y la hemos descubierto, pero esas historias de piratas, son sólo cuentos de niños. Además, quien le hace caso a uno demente es aquel que está más loco que el propio demente. Marcos, estás loco si crees que lo que te dijo el vagabundo es verdad. Mientras Marcos seguía con ahínco la búsqueda de un pasaje secreto, se esmeraba por contarles a sus amigos las anécdotas con el vagabundo. Ale y Raúl escuchaban callados y atentos. Ellos no palpaban la pared como Marcos, sino que sólo alumbraban y observaban las juntas de los sillares. No tenían claro lo que debían buscar ya que los sillares que formaban las paredes eran irregulares y no seguían un patrón, por lo que buscar algo diferente era como buscar una aguja en un pajar. La búsqueda se complicada por lo que Marcos intentaba deleitarse con su relato, tal como lo hacía el vagabundo, para alargar el tiempo y con ello la búsqueda de la puerta secreta a la gran galería. III.- Historias~Desde hace unos cinco o seis meses… - iba relatando Marcos mientras incansable seguía rozando con la yema de los dedos las juntas del muro del túnel buscando algo diferente-. …un hombre o más bien un vagabundo, cada dos domingos se deja ver en el rastro de la Alameda Vieja. Sobre las doce de las mañana cuenta historias de piratas a los niños para ganarse unas monedas. Es un anciano bastante mayor, con pelo negro, barba grisácea y muchas arrugas en la cara. Lleva siempre una gabardina negra y un gorro de piratas. Lo curioso es que sus botas son desiguales. La de la derecha es de cuero marrón oscuro, auténtica de pirata, muy deteriorada. En la izquierda, simplemente lleva una bota de agua de goma, de color marrón, algo más clarita que la anterior. A muchos padres no les gusta la presencia de aquel hombre porque, aparte de ser un vagabundo con una indumentaria polvorienta, ese hombre huele fatal, de no ducharse durante días. Pero a pesar de eso todos los niños se afanan por escuchar sus historias. Siempre se deja ver mucho más temprano y nada más entrar en la plaza, algunos niños lo reconocen y le preguntan cuándo va a empezar. Él les contesta que tengan paciencia, que dentro de poco, señalando el reloj, empezará.
“Hola chicos, sabéis que es un pirata ¿verdad?- solía decir levantándose y saludando al quitarse el sombrero para luego dejarlo delante de los niños-. Yo soy el pirata Jacson, aunque todos me conocen como el Pirata Media Bota- dijo enseñando el par de botas que eran diferentes-. Todos habéis oído hablar de Jack Sparrow, o Barbosa o Davy Jones, pero eso no son verdaderos piratas ¡¡No!! Son sólo personajes de películas de ficción. Los piratas que existieron realmente, que son muchos y algunos seguro que los habréis escuchado, como Jeireddin Barbarroja, o Black Bart o una de las pocas mujeres piratas de la historia Henry Morgan oooo, como noooo, el pirata más temidoooo Edward Teach más conocido comoooo- Jacson siempre hace una pausa antes de pronunciar-. Barbanegra, el pirata más sanguinario. Pues bien, todos ellos me odiaron, porque a todos les he robado sus tesoros. Un pirata se dedica a saquear los barcos, sobre todo a los Galeones Imperiales o Buques Mercantes, a los que les quitaban sus tesoros y hacían prisioneros a su tripulación para pedir rescate. Estos prisioneros los intercambiaban por más tesoros. Pero cada vez se hacía más difícil robar a esos barcos, ya que navegaban escoltados y con muchos refuerzos. Entonces… ¿Por qué no robar a los que saquean esos barcos? Además, el que roba a un ladrón tiene cien años de perdón. Así que nosotros, mi tripulación, robábamos a los mismísimos piratas. Era complicado pero muy fácil, os lo explico. Primero nos enrolábamos en sus tripulaciones, y por la noche cogíamos parte de su botín, lo metíamos en barcas y lo llevábamos a nuestro galeón que siempre estaba cerca pero distante para no ser vistos. Y así, desbalijábamos a los piratas, una y otra vez, hasta que fuimos descubiertos un par de veces. En esas ocasiones, tuvimos que enfrentarnos en batallas con ellos para lograr escapar, pero nuestro barco, Viento del Sur, era más rápido que los demás y tras las primeras embestidas, lográbamos huir.” “Todo el oro que adquiríamos lo guardábamos, no en una isla desierta, como hacían los demás, sino que lo ocultábamos en las propias ciudades. En ciudades donde había galerías subterráneas bajo ellas. Es más, en esta ciudad, bajo nuestros pies…- decía Jacson susurrando para que sólo los niños se enterasen, creando así el misterio-. …se oculta una gran sala llena de mil y un tesoros. Jajajaja, pero no todo salió a pedir de boca, ya que un día fuimos descubiertos, abordados y derrotados. Todos habéis oído hablar de la Perla Negra, o el Holandés Errante, pero esos no son verdaderos barcos piratas ¡¡No!! Son sólo barcos de películas de ficción. Un día robamos a una Galeta Turca, la fragata del mismísimo gran Barbarroja, más veloz que la nuestra. En la primera embestida le ganamos y logramos huir pero nos siguió y nos alcanzó. Fue una persecución que duró varios días, sin descanso, sin tregua y casi sin comer. Ambas fragatas navegaban viento a favor e iban a igual velocidad, lo suficientemente lejos una de la otra para para que sus cañones no nos alcanzaran. Navegamos huyendo de uno de los barcos más temidos, día y noche, casi hasta la extenuación. Pero su barco iba un pelín más rápido que el nuestro y cada vez se acercaba más y más, y justo cuando entramos en el Golfo de Cádiz, estuvimos al alcance de sus cañones. En ese momento, nos dispararon sin cesar una y otra vez hasta que varias bolas de acero nos impactaron, haciendo trizas nuestro navío. Por culpa de los impactos, Viento del Sur tuvo que minorar la marcha hasta tal punto que la Galeta Turca nos alcanzó y nos abordaron. Una lucha sin tregua, dura y cruel, entre ambas tripulaciones, ganar o morir. Jeireddin, no quería recuperar su tesoro, sino vengarse. Mientras que todos los piratas se enfrascaban en una contienda sin fin, los que pudimos, huimos en las barcazas. Remamos rápidamente hacia tierra firme. Al estar dentro de la bahía el calado de la Galeta no permitía acercarse más, así que nos siguieron con sus barcazas. Desde el barco de Jeireddin, nos disparaban para que no llegáramos a tierra. Nuestra salvación radicaba en que no nos alcanzaran ni las barcazas ni los cañones. Tierra firme estaba lejos, pero tuvimos suerte, ya que el espigón de la playa de La Puntilla penetra en mar abierto y pudimos dirigirnos hacia su punta. La barcaza era pequeña así que los cañones fallaban continuamente. Cuando ya estuvimos a varios metros de las rocas del final del espigón, una de las bolas de los cañones impactó de lleno en el centro de la barca rompiéndola por la mitad. En ese momento caí al agua perdiendo una de mis botas. Aturdido, estuve a punto de ahogarme. Rápidamente me repuse y conseguí nadar para aferrarme a una roca. Las barcazas se acercaban más y más y casi me capturan. Trepé por las piedras del espigón, corrí como pude, tropezando y cojeando, pero conseguí escapar. Huí con algunos de mis hombres y nos ocultamos en los túneles y en la galería donde estaban y siguen estando mis tesoros. Al verme huir de aquella manera y para burlarse de mí, desde entonces me apodaron, el Pirata Media Bota.” “Allí permanecimos varias semanas y sólo salíamos lo indispensable, para comprar víveres. Al cabo de los meses, decidimos salir. Hablando con unos y otros, supimos que aquel percance se había difundido bastante y el apodo que me habían puesto era ya archiconocido. Fue difícil volver a contactar con mi tripulación, ya que la mayoría fueron asesinados, pero logré hallar a algunos que se unieron nuevamente. Necesitábamos enrolar a más marineros para reunir una buena tripulación. Fue fácil, pues con oro se puede comprar todo lo que uno quiera. Estuvimos ocultos durante un año aproximadamente, para que nadie supiese de mí ni de mis intenciones, porque estaba preparándome para vengarme. El rumor de que Jacson, el ahora Pirata Media Bota había sido destronado de la piratería fue algo que me alegraba, pues el que se olvidaran de mí, me facilitaría pensar en un plan perfecto.” “Reuní una numerosa tripulación, suficiente para completar las tres nuevas fragatas que adquirí. Aunque eran todos borrachos, expresidiarios, escorias de la sociedad, en definitiva, gente perfecta para ser piratas. Con oro y ron me gané su confianza, prometiéndoles más riquezas y más alcohol. Los entrenamos, los adiestramos y cuando estuvimos preparados, fuimos en búsqueda de mis detractores. Salimos al encuentro de los tres piratas más temibles de los mares. Yo personalmente fui en busca de Jeireddin Barbarroja para mi venganza personal y los otros dos navíos fueron en busca de Black Bart y Henry Morgan. Los tres, cada uno en un rincón del mundo, uno en su isla del tesoro, otro en pleno mar y el otro en un antiguo castillo donde guardaba sus tesoros. Con paciencia, esperamos el día predilecto de los piratas, el día en que se celebraba por todo lo alto el sentir de la piratería. Todos ellos, bañados en ron, lo festejaban hasta altas horas de la noche, cantando una y otra vez su canción- Jacson levantaba sus brazos e intentaba que los niños cantaran con él. Algunos que ya habían escuchado el relato lo canturreaban. Él entonaba el estribillo y lo repetía tres veces-. ¡…la vida pirata es la mejor, sin trabajar, sin estudiar, con la botella llena de ron...! La cantaban una y otra vez, bebiendo, bailando y desgarrando sus gargantas. Nuestra misión era similar a las veces anteriores, como lo hacíamos antes de ser destronado de la piratería. Pero esta vez, iba a ser la mejor, la última y la más grande. El plan era que algunos de los nuestros se enrolasen en sus tripulaciones, como infiltrados y ganarse su confianza. Aquel día, durante la gran fiesta, mis piratas infiltrados, esparcieron una poción en los toneles de ron que una bruja nos preparó. Un veneno que mezclado con alcohol conseguía que aquel que lo bebiera quedase profundamente dormido durante muchas horas. Y así sucedió, cuando todos los piratas habían ingerido una dosis tremenda de alcohol, quedaron todos completamente inconscientes. El rugir de una gran fiesta pirata se desplomó y se convirtió en un cementerio desierto. El silencio era aterrador, no se escuchaba nada, sólo el leve sonido de las olas o el susurro de las hojas de los árboles según el lugar. El caso es que en el momento adecuado y tras la señal de una pequeña bengala al aire de nuestros compinches, el resto de mis camaradas actuó con rapidez y destreza. Sin prisa pero sin pausa, acopiamos todo el tesoro en las barcas y lo trasladamos a los navíos. De allí nos fuimos en sigilo y lo ocultamos en las diversas galerías subterráneas que teníamos en varias ciudades. Al día siguiente, al despertar, con la resaca y el desconcierto de no saber que había sucedido, la alarma surgió al descubrir que sus bodegas estaban completamente vacías. En la puerta de entrada del camarote del jefe pirata de cada sector, clavamos un puñal con empuñadura de oro que sostenía un mensaje en un papel. En él se leía (Jacson, el Pirata Media Bota, ha vuelto, gracias por darnos vuestro oro). Eso encolerizó al mundo pirata, y lo sucedido voló de boca en boca. A mis oídos llegaron comentarios de todo tipo, maldiciéndome y exigiendo venganza. Me buscaron por todos los rincones del mundo, pero sin encontrarme. El jefe de todos los piratas, Barbanegra, puso una alta recompensa por mi captura, ya fuera vivo o muerto. A él no le robamos, ya que era muy difícil enrolarse en su tripulación. Aunque queríamos hacerlo, pues robar al más temido de todos los piratas, sin duda, hubiera sido una gran hazaña. “Durante todo un año, intentamos que alguno de mis piratas se enrolara en la tripulación de Edward Teach, pero las exigencias de este villano y la desconfianza eran tan altas, que no lo conseguimos. Fue entonces, cuando uno de su propia tripulación, contactó con nosotros para traicionarle. Cansado de ser pirata, quería retirarse y por eso decidió ayudarnos a cambio de riquezas. Obviamente, era difícil creerle, pues no sabíamos si traicionaría a su jefe o a nosotros mismos, pero accedimos.” “Transcurrido un año de aquel suceso, cuando los nervios se apaciguaron y ya teníamos a nuestro infiltrado, decidimos hacer lo mismo con Edward Teach. Era el que más tesoros tenía ocultos por lo que necesitaríamos mis tres navíos para llenar las bodegas con todo su oro, además, queríamos hacerle algo diferente. La táctica fue idéntica a la anterior, fiesta pirata, veneno, alcohol, paciencia, silencio y la bengala sería la señal para actuar. Y así sucedió, traicionado por uno de sus propios piratas. Cuando todos dormían como osos en invierno, le robamos todo lo que tenían, lo llevamos a nuestras bodegas y no conformes con eso dejamos un regalo especial. Antes de irnos, le hicimos un buen agujero en el interior de la bodega. Un orificio pequeño, pero lo suficiente para que fluyera agua al interior del barco. A la mañana siguiente, el Queen Annes Revenge, que se encontraba cerca de la costa, estaba inclinado y parcialmente hundido con su casco tocando el fondo del mar. En la puerta del camarote del capitán, otro puñal con el mismo letrero. Desde entonces me maldijeron y mi nombre sonó por todos los siete mares. Volvieron a poner precio a mi cabeza y sé que muchos piratas, por recuperar su tesoro y prestigio me buscaron durante años, pero jamás supieron más de mí. Repartí lo prometido a toda mi tripulación y el resto me lo quedé sólo para mí. Con el tiempo, por vergüenza pirata, aquellos a los cuales saqueé, que fueron muchos más, decidieron hacer un pacto de silencio para que nadie hablara más de mí. Convencieron a todo el mundo de que todo aquello fue un mal entendido pues nadie pudo estar en tantos sitios a la vez y de que el Pirata Media Bota jamás existió. Es por eso que nadie me conoce, que no aparezco en ninguna historia ni en ninguna leyenda y ningún libro habla de mí.” ~Luego, cuando termina su relato- dijo Marcos concluyendo la narración de Jacson-. Se levanta, señala su gorro para que le dejen algunas monedas y vuelve a entonar la canción ¡…la vida pirata es la mejor, sin trabajar, sin estudiar, con la botella llena de ron...! Así acaba la historia que cuenta el vagabundo cada dos semanas en la Alameda Vieja. La semana que no lo hace es porque se va al rastro de El Puerto de Santa María. Un domingo en cada pueblo. Marcos terminó de contar la historia sin dejar de buscar la entrada a la galería de los tesoros. Sus amigos, a la mitad del relato, dejaron de observar y se limitaron simplemente a escuchar y a alumbrar. ~Qué bien la cuentas Marcos, te podías dedicar de mayor a cuentista- ironizó Raúl. “El caso es que obviamente, aunque la historia era completamente inventada, la escuché muchas veces y me encantaba- iba contando Marcos mientras los otros dos no dijeron nada y esperaron con paciencia a que concluyese-. Ese hombre sería un vagabundo pero podía pasar perfectamente por un trovador, pues su relato iba alternando susurros, gritos y gestos que lo hacían aún más vibrante. Lo curioso de todo esto es que el domingo pasado fui con mi padre, como tantas otras veces, al espigón de La Puntilla a pescar. En ese espigón hay muchos pescadores que
con sus cañas de pescar pasan horas y horas para conseguir un par de peces para venderlos o ganarse unas perras. Aunque algunos, como mi padre, lo hacen por hobby y distracción. Cada uno tiene su sitio elegido y su horario. Todos se conocen y respetan sus lugares. El de mi padre, es uno de los del final del todo, casi en la punta, tal vez justo donde Jacson se salvó del ataque de Barbanegra. Tú has venido muchas veces conmigo y mi padre, Raúl. Así que aquel día, fuimos a nuestro sitio y casi cuando nos íbamos a marchar, sucedió algo muy curioso. Vimos pasar enfrente nuestra una barca con dos pescadores que volvía de su faena. Eran dos hombres muy mayores, uno alto y delgado y el otro bajo y gordito, con barbas muy dejadas y con unas gabardinas grisáceas muy estropeadas, como la mayoría de los que allí pescaban. Mi padre los conocía de las tantas veces que los veía, así que simplemente por pura cortesía, les saludó y les preguntó que cómo había ido la pesca. Uno de ellos con una media sonrisa, le contestó que fatal, que salvo una par de mojarritas pequeñas y una bota vieja, no habían pescado nada más. Mi padre se echó a reír un poco y le preguntó, bromeando, que si se iban a comer la bota. El pescador, que también se echó a reír, le dijo que por ella no le iban a dar ni dos duros, así que nos la lanzó cayendo entre dos rocas y se despidieron de nosotros. Yo salté hacia abajo, sorteando varias piedras, metí la mano entre ellas y la cogí. Para sorpresa mía, la bota era de cuero marrón oscuro muy desgastada por la mar y para colmo era del pie izquierdo. ¡No podía ser!, me dije, era la media bota que le faltaba a Jacson. Le dije a mi padre que necesitaba ausentarme un momento, que me recogiera en el rastro. Sin darle más explicación, metí la bota en una bolsa y me fui de allí. Apresurado, fui corriendo por la calle paralela al río en dirección al Parque Calderón. El domingo pasado, Jacson debía de estar por esa zona, por el paseo de la desembocadura del Río Guadalete, dando vueltas desde la Plaza El Pescador a la de las Galeras Reales, pidiendo limosna. Por la hora que era, ya debería haber contado su historia. Corrí todo lo que pude a su encuentro antes de que se fuera y lo pillé saliendo de la plaza. Cuando le vi, me acerqué a él y sin vacilación, resoplando todavía de la carrera, le abordé para preguntarle por la veracidad de todas sus historias.” “~Hola, qué tal Jacson- le dije. “Creo que ese era el momento idóneo de sonsacarle que era cierto de esas historias, así que metí la mano en mi bolsa y le enseñe la bota. Su mirada lo decía todo, era suya. Una enorme sonrisa le llenó la cara, los ojos se le abrieron para mirarla mejor y enseguida se quitó la bota que llevaba. Cogió la que le di y se la puso. Le quedaba perfecta. Se levantó, golpeó taconeando en el suelo varias veces y se me acercó para darme un abrazo. Ese abrazo me resultó amargo, pues pude oler de cerca, el hedor que desprendía su cuerpo.” “~Muchas gracias por este enorme regalo. Es mi bota, la bota perdida del Pirata Media Bota. Ahora que me la has dado, vuelven a mi mente pensamientos ocultos, recuerdos perdidos…- quedó un instante cabizbajo, pensando, recordando y reanudó- …exacto, creo que ahora sé dónde está mi tesoro. “Luego me despedí de él y me alejé, pensando en que todo aquello tal vez fuera una simple pamplina de un vagabundo y que era una casualidad lo de la bota- iba diciendo Marcos, dándole en parte la razón a Raúl-. Las grandes historias están llenas de casualidades y los grandes héroes dotados de más suerte que valentía y es por eso por lo que os hice venir. Aunque no me creo las historias que cuenta, tantas coincidencias juntas, no pueden ser inventadas. Tal vez sea descendiente de los piratas o que las haya oído y las haya utilizado para sus relatos sin saber qué hay de cierto en ellas. Lo cierto es que estamos aquí, hemos descubierto el túnel y tal vez, con un poco de suerte, hallemos la gran galería. Ya el haber llegado hasta aquí, es toda una gran aventura.” IV.- GaleríaMarcos terminó de contar la conversación que tuvo con el vagabundo, y Ale y Raúl que se limitaron a alumbrar a su amigo, quedaron sorprendidos por el hallazgo de la bota, ¿casualidad tal vez? A ambos le sonaban esas historias pues la habían escuchado alguna vez. Ale estaba encantado con todo aquello pues era muy inocente y todo se lo creía, estaba alucinando, y con un atisbo de esperanza por lo que pudieran encontrar. Sin embargo, Raúl más escéptico, estaba ya cansado de aquello y con ganas de irse de allí, así que terminó por apoyar su espalda en la pared siguiendo con la linterna las juntas de la pared opuesta, como jugando con ellas. ~Vaya, qué casualidad encontrar la bota exacta de Jacson y encima que le encaje, como si fuese el ceniciento. El mero hecho de pensar que todo pueda ser verdad, me pone los pelos de punta- comentó Ale-. ¡Ojalá encontremos ese tesoro! Marcos, agachó la cabeza y accedió. Miró a sus amigos y asintió con la cabeza para marcharse de allí. ~Bueno, tenéis razón- dijo sonriendo-. Antes hagámonos una foto, que este lugar está muy chulo. Ale se puso detrás de Raúl, para que éste le hiciera una foto a Marcos. Justo en el momento de hacer la foto, Raúl vio algo curioso en la pared justo detrás de Marcos. Al hacer la foto, dio un paso hacia atrás y apoyando su espalda contra la pared, se guardó el móvil y comenzó a alumbrar con la linterna la pared de enfrente. Empezó a moverla de abajo a arriba, luego en horizontal y nuevamente en vertical hacia abajo. Repitió el recorrido varias veces. Marcos miraba el recorrido de la linterna, pero no lo entendía. Miró a Raúl y éste esbozó una enorme sonrisa. ~¡Chicos, creo que he encontrado lo que buscamos!- exclamó-. ¡Ahí está! ¡Ahí está la entrada!- los demás se volvieron hacia él, y fijaron su mirada en la pared. Los tres se pusieron enfrente de ese portal, moviendo sus linternas intentando entender lo que Raúl estaba explicando. Al principio les costaba verlo pero tras repetirlo varias veces, se miraron, sonrieron y exclamaron. ~¡Fantástico Raúl, la hemos encontrado!- pronunció Marcos-. Tan cerca no se apreciaba pero desde aquí enfrente sí. Jajajaja, sabía que había algo y hemos estado a punto de irnos. Marcos se apartó, y con las manos apoyadas en la pared opuesta levantó un poco un pie contra la otra pared. Luego lo hizo con el otro pie hasta levantarse del todo y estar casi en horizontal. Empujó con todo su cuerpo de pared a pared. Los otros dos le imitaron y todos levantados apoyando las manos y empujando con los pies, apretaron con todas sus fuerzas pero sin ningún éxito. Incluso perdieron el equilibrio y se cayeron los tres al suelo, uno encima de otro, mojándose parte de la ropa por el agua que discurría por debajo del túnel. ~O esta no es la puerta o esto no hay Dios que lo mueva- dijo Ale. Y dicho eso Marcos, haciendo el mismo gesto de antes, apoyó las manos en el lateral opuesto y los pies en el lado de la puerta, levantando su cuerpo del suelo. Puso los dos pies, exactamente donde estaba la pieza y empezó a empujar. No había espacio para más pies, así que él solo empujó, empujó y nada consiguió. No hubo manera de mover nada. Se cansó y se bajó. ~Chicos, ayudadme- le pidió a los demás-. Cuando esté en el aire, sujetadme para poder golpear fuerte. Marcos lo volvió a intentar y le pidió a los otros dos que le aguantaran en el aire con las manos. De tal forma que Marcos se contrajo apoyando la espalda en la pared opuesta y las piernas contraídas en el aire. Estaba levitando, suspendido, mientras que Raúl y Ale con las manos en la cadera y en las nalgas de Marcos lo mantenían en equilibrio en el aire. En esa posición permaneció un par de segundos cuando de repente se irguió dándole un golpe fuerte y seco con los dos pies al lugar exacto donde creían que era la llave de la puerta. Al golpear fuertemente, perdió el equilibrio y se cayó encima de sus amigos. Todos cayeron al suelo y se volvieron a mojar un poco por el hilo de agua que discurría por el suelo. Al levantarse, alumbraron la pieza y se alegraron al ver que se había movido unos milímetros hacia dentro. Lo volvieron a repetir y volvieron a caerse en al suelo, se mojaron nuevamente pero nos les importó, pues la clave entró un poco más. A la tercera vez, con más fuerza y cayendo una vez más al suelo, escucharon varios sonidos que venían de detrás de la pared. Escucharon los roces de unas cuerdas y el chirrido de unas poleas, acompañado de unos pequeños estruendos. Quedaron observando y escuchando los sonidos de unos mecanismos rudimentarios tras la puerta. Ésta comenzó a retranquearse girando por uno de sus lados y dejando en el otro un espacio de casi un metro. Del interior, salió una bocanada de aire acompañado de un hedor inmenso y los tres a la vez se llevaron la mano a la nariz. ~¡Lo hemos logrado!, aunque cualquiera se atreve a meterse ahí dentro- afirmó Ale echando un paso hacia atrás. El túnel era exactamente igual que el anterior, de metro y medio de ancho por dos de alto y con el techo de arco de medio punto. Del mismo material que antes, pero en esta zona se respiraba más humedad, probablemente porque había menos corriente de aire. Además el aire estaba viciado y olía fatal. Continuaron andando muy despacio, iluminando siempre hacia el frente pues allí todo era muy oscuro. Cuando anduvieron unos cincuenta metros, se detuvieron al ver que delante de ellos terminaba el túnel y se abría una inmensa galería, completamente oscura. Los tres alumbraban al frente y se miraron. No dijeron nada, estaban impresionados, sorprendidos y aunque entusiasmados, algo asustados. Al llegar al final se quedaron petrificados al contemplar lo que tenían frente a ellos. Movían las linternas en todas direcciones observando y mirando a su alrededor. ~¡Esto… esto… esto es increíble! Mirad chico lo que hay ahí en medio- admiró Marcos alumbrando el centro de la gran galería.
Pero eso era lo único bello de aquel lugar, pues cuando siguieron alumbrando vieron ciertas cosas que les desagradaron, que hicieron que sus pulsaciones aumentaran. En el perímetro de la gran sala, había siete tronos, formando un octógono perfecto si contamos que el octavo vértice era la entrada de aquel lugar. Los tronos eran auténticos sillones de reyes y sobre ellos, un esqueleto vestido con indumentarias piratas, botas, cuero, gabardina... Frente a ellos, detrás de los tesoros, estaba el trono más grande, que además estaba subido en un escalón de piedra, por lo que debía de ser el más importante de todos. Cada esqueleto llevaba un arma, bien fuera un arco, espada o hacha. Se encontraban todos sentados, con una mano en el reposabrazos del trono y la otra aguantando el arma. De la ilusión de encontrar el tesoro pasaron al terror al contemplar aquellos esqueletos. Aun así, con un poco de temor, se atrevieron a avanzar, pero al dar dos pasos, el crujido de algo al pisarlo, les hizo parar de ipso facto. Al alumbrar sus pies, vieron algo repulsivo. Ale gritó retrocediendo hacia atrás y estremeciéndose, mientras que los otros dos se quedaron paralizados. Todo el suelo estaba lleno de esqueletos. Los huesos, las ropas e incluso las armas, estaban desordenados y esparcidos por doquier. Marcos dejó caer las monedas que había cogido sobre el baúl, rodeó el montículo y se postró frente al esqueleto del trono superior. Sus dos amigos no dijeron nada, observando y mirando a su alrededor, algo aterrados por la situación. Marcos se acercó aún más al esqueleto y le habló. ~Hola Jacson, soy Marcos, me esperabas, ¿verdad?- Ale miró a Raúl y puso un dedo en la cabeza insinuando que estaba loco. Raúl se puso el dedo índice en los labios para que no dijera nada y ambos escucharon hablar a su amigo-. Pues ya ves, lo he conseguido, te he ganado y todavía sigo vivo, por un momento- Marcos miró a los pies y observó que le faltaba una bota. Con la punta de su pie le rozó la bota que tenía y la pierna se tambaleó un poco, se asustó y dio un paso hacia atrás-. Lo siento, por eso te llaman Pirata Media Bota. Tenemos muchas cosas en común, ¿verdad Jacson? ¿Sabes una cosa? Tú fuiste el primer Fronter. Marcos con mucho cuidado, le levantó los huesos de la muñeca y le quitó el amuleto. Sus dos amigos se quedaron atónitos mirándole sin pestañear. Luego se dio la vuelta y les dijo: ~¡Chicos, este amuleto es precioso!- exclamó Marcos. Todos hicieron lo mismo y aunque Ale era reacio a ello, la oportunidad de llevarse un buen botín, no podía desperdiciarla. Así que los tres se acercaron al centro de la sala y se llenaron los bolsillos con lo que pudieron. Marcos que llevaba el macuto, metió dentro varias cosillas más. Luego volvieron por el mismo lugar y salieron de allí. Al llegar a la bifurcación, donde encontraron la puerta secreta y tras pasar por ella, volvieron al túnel inicial. Se alejaron de la entrada secreta y llegaron al pozo por donde entraron. Subieron para llegar al semisótano de la Torre Ponce de León y salieron de dicha edificación. Al salir, con cuidado cerraron la puerta de madera y se marcharon de allí. Estaba oscureciendo y en el recinto no había nadie, salvo el seguridad que no lo vieron por allí. Rodearon el Palacio de Domecq y en los Jardines Árabes escalaron por un muro con un poco de esfuerzo y saltaron a otros jardines. Allí caminaron un poco hasta llegar a unos pequeños jardines llenos de naranjos y con una valla de barras de acero. Permanecieron un rato escondidos entre los árboles y cuando vieron que por detrás de la valla no pasaba nadie, corrieron hacia ella, la subieron, saltaron y por fin salieron fuera del complejo del Alcázar de Jerez. Nuevamente en la plaza de la Alameda Vieja, más tranquilos aunque excitados por lo que habían vivido, se despidieron hasta el día siguiente. ~Chicos, ha sido una aventura genial- dijo Marcos-. Si Jacson se sorprendió cuando le di la bota, no quiero ni pensar cómo reaccionará cuando le dé el amuleto. Los chicos se dieron la mano, sonrieron y se fueron cada uno por su lado a sus respectivas casas. Todos iban muy contentos y orgullosos por la aventura que habían experimentado, descubrir unos pasadizos secretos ocultos durante siglos y encontrar en ellos un tesoro majestuoso es algo que no le sucede a casi nadie en toda su vida. Pensando en todo el botín que podrían llegar a reunir y en qué se lo iban a gastar fue el sueño que tuvieron aquella noche. V.- Amuleto
~¡No me lo puedo creer!, ¿en serio?- preguntó Eva completamente sorprendida. Era una chica risueña que se emocionaba con cualquier cosa. Alegre y simpática, todo le parecía perfecto. Le gustaba vestir un poco extravagante, con falda de color lila y sudaderas negras, tenía el pelo teñido un poco pelirrojo. Mientras Ale y Raúl fueron a comprar algo para picotear, Marcos se quedó con Fran y Eva comentándoles su aventura el día anterior, acerca del tal Jacson, de sus historias y de las coincidencias. Y así transcurrió la mañana, llenándose la plaza poco a poco, con una gran muchedumbre por doquier comprando y vendiendo los enseres de cada puesto. Los cinco seguían compartiendo impresiones, bebiendo unas cervezas y comiendo unas patatas, cuando vieron pasar por su lado un hombre con ropa harapienta. Aún quedaba algo más de una hora para que comenzara su función. Los chicos murmuraban entre ellos y vieron alejarse a Jacson dirigiéndose a su escalinata como otros domingos. Al llegar a los escalones, se sentó y de su macuto saco un tetrabrik de vino tinto que colocó a un lado y la mochila que llevaba a sus espaldas al otro. Algunos niños se acercaban a preguntarle algo y él haciéndoles un gesto señalándole el reloj, les decía algo y los niños se alejaban. Era la oportunidad de acercarse a él antes de que comenzara con sus historias. Así que los cinco, se aproximaron lentamente. Marcos iba en primera posición seguido de los demás. Cuando llegó a su altura, Jacson ni se inmutó, cogió su envase, levantó la mano para beber, moviendo la cabeza hacia atrás y lo volvió a dejar a su lado. Al soltar el tinto, le clavó la mirada a Marcos. Éste se asustó un poco y retrocedió un paso hacia atrás. ~¿Qué te trae por aquí? Aún queda un poco para empezar. Casi una media hora- dijo señalando con su mano derecha el reloj de su muñeca izquierda. Marcos se volvió y miró a sus amigos que estaban escuchando en silencio la conversación. Todos, aún incrédulos, le hacían gestos como diciéndole, que eran imposibles e inciertas. Se encogieron de hombros y asintieron con la cabeza. ~Sí, por muy increíbles que sean, creo que hay algo de verdad en ellas- dijo al fin Marcos sin mucho convencimiento. Marcos se acercó, pero como Jacson no se inmutaba y seguía sentado en la escalinata, se tuvo que agachar un poco para estar a su altura. Jacson extendió sus manos hacia Marcos. ~¿Te gustaría saber el resto de la historia? ¿Quieres saber más sobre mí? Extiende tus manos, pero sin quitarte el amuleto de tu muñeca- le ordenó. Marcos extendió las manos y Jacson se las cogió. Ambos quedaron uno frente al otro, uno sentado y el otro en cuclillas, con las manos agarradas-. Entonces crees, ¿no? ~Chicos, vámonos, este hombre está loco de remate, al final me ha devuelto el amuleto- comentó Marcos alejándose de la escalinata-. Vamos a buscar el gran tesoro y nos quedaremos con todo lo que hay aquí abajo. Todos comenzaron a marcharse, pero nada más alejarse un poco, Jacson se desplomó hacía atrás, dando un pequeño gemido. Los chicos se volvieron, lo miraron pero no hicieron nada. Marcos, que ni siquiera se dio la vuelta, siguió adelante. Los demás se volvieron a girar y siguieron a Marcos, menos Eva. Ella se acercó al vagabundo para ver que le había pasado y entonces, Raúl se detuvo para esperarla. Al acercase a él, intentó reanimarlo, preguntándole que le pasaba, pero no reaccionaba. Aunque estaba despierto, se encontraba aturdido, con la mirada completamente perdida. Entre susurros, ella puedo leer en sus labios que intentaba decirle “ayúdame” varias veces. Eva le hablaba, pero el vagabundo era incapaz de fijar la mirada, ni de hablar, por lo que la chica pidió auxilio. Enseguida, se formó un coro cerca de ellos y alguien llamó a primeros auxilios. Al ser un lugar de pública concurrencia, y al haber tanta aglomeración de gente, era lógico que hubiese por la zona una patrulla de urgencia, la cual, no se hizo esperar. Enseguida llegaron y los enfermeros le tomaron las constantes. Jacson estaba aparentemente bien, pero no reaccionaba a la luz de una pequeña linterna que le pusieron en los ojos, sus pupilas no variaban de tamaño. Un poco preocupados, por su estado, semiinconsciente, decidieron montarlo en la camilla y llevárselo. Eva, preguntó que adónde lo llevarían. Al estar cerca un centro médico, le contestaron que lo trasladarían al Ambulatorio del Arroyo, que se encontraba muy cerquita de la Alameda Vieja. En menos de cinco minutos, lo metieron en una pequeña ambulancia y lo trasladaron. La muchedumbre volvió a sus quehaceres, quedando solos Eva y Raúl. ~¿Muy extraño no?- preguntó ella. Ambos fueron en busca de los otros y los encontraron justo enfrente de la entrada del Alcázar, concretamente en el mismo banco en el que quedaron por la mañana. Ale se alegró de ver a Raúl ya que le inspiraba confianza, por ser el que encontró anteriormente la puerta secreta. ~Hola, chicos, ¿Qué planes hay? ¿No me iréis a dejar sin botín? Marcos junto con Fran y Raúl se fueron, y Ale y Eva se quedaron mirándoles, sentados en el banco, viendo a sus amigos cómo entraban en el Alcázar. Cogieron sus móviles para ojearlos un poco y luego comentaron la situación, para decidir qué hacer mientras esperaban. ~Eva, tenías que haberlo visto. Había una montaña de oro, impresionante. Finalmente Eva convenció a Ale y ambos se fueron calle abajo, hacia la Catedral. Luego subieron por la cuesta del Arroyo para llegar al Ambulatorio. Mientras tantos, los otros tres ya estaban dentro del Alcázar. Marcos fue directamente a la Torre Ponce de León para entrar, pero aún quedaba bastante para cerrar todo el recinto. Había mucha gente visitándolo por lo que tuvieron que esperar un buen rato a que se desalojara un poco la zona. Se cruzaron con el vigilante que pasó por su lado. Era un hombre con un semblante muy serio, que con la indumentaria típica de seguridad y completamente calvo, daba mucho respeto. Al principio no inspiraba confianza, pero cuando hablaba o sonreía, se notaba que era hombre muy simpático y buena gente. Al cruzarse con ellos, les saludó y sonrió. ~Buenos días chicos- dijo el vigilante cortésmente dirigiéndose a Marcos-. Ya queda poco para cerrar, ir evacuando la zona por favor- y siguió adelante. Cuando el vigilante cruzó una esquina y no vieron a nadie más en el patio, se acercaron rápidamente a la entrada de la Torre. Al igual que antes, con un simple destornillador, Marcos abrió la puerta, entraron y la cerró tras de él. Una vez dentro, cruzaron el arco de ladrillo y se dirigieron a la esquina del semisótano donde estaba la alcantarilla. Al igual que la vez anterior, Marcos repartió linternas y él se puso una en la frente y otra frontal en el pecho. Levantaron la tapa para entrar dentro de ella y se dispusieron a descender por el interior del pozo. ~La verdad es que es una locura meterse ahí dentro- comentó Fran-. Con razón Ale no ha querido volver a venir. Y los tres, en silenció bajaron por el pozo para adentrarse en los túneles en busca del gran salón. Marcos siempre iba delante y más rápido que sus otros dos amigos, mientras que Fran y Raúl avanzaban con mucha precaución e iluminando por donde pisaban. ~Vamos, que os quedáis detrás, andad más rápido hombre- se quejaba Marcos. Ambos entraron, y Fran, que no entró la primera vez, se quedó completamente sorprendido, al ver todo lo que allí había. Anonadado, con la boca abierta sin saber adónde mirar exclamó: ~¡Guau, esto es impresionante!- dijo al iluminar con su linterna el interior del gran salón. ~¡Iiiirua, si hay electricidad!- se sorprendió Raúl. En ese instante escucharon un ruido por el pasillo. Alguien al parecer se aproximaba. Fran y Raúl lo notaron y se miraron. Justo después, volvió a vibrarle el móvil a Raúl. Seguía sin cobertura pero le entraba de vez en cuando algo, lo suficiente para recibir algún que otro mensaje. Lo cogió, lo miró y vio que tenía dos llamadas perdidas de Eva y un mensaje de ella. Lo leyó y le susurró a Fran lo que ponía. “Sal de allí cuanto antes, no te fíes de Marcos” ~¿Qué está pasando Raúl?- le preguntó Fran en voz baja. Ambos se acercaron al tesoro, metieron sus manos en un baúl y sacaron un puñado de monedas que se metieron en sus bolsillos. Lo repitieron varias veces, hasta que se le cayeron un par de monedas pues no les cabían más en los pantalones. Marcos, les miraba en silencio, sin hacer nada al respecto. ~Venga Marcos, vámonos de aquí, llena el macuto y larguémonos, ¡por Dios!- le insistió Raúl, pero éste no reaccionaba, sólo les miraba-. ¡Quillo, espabila, que estás muy raro! Creo que viene alguien por el pasillo. Nosotros nos vamos, si quieres, te quedas aquí solo. Ambos, tras llenarse los bolsillos, se fueron de la gran galería. Mientras se acercaban en completo silencio a la bifurcación, escucharon cada vez más cerca unos pasos y un ruido de alguien que se acercaba. Asustados y precavidos, llegaron a la puerta secreta y antes de salir, dos siluetas de hombres les tapaban el camino. Eran dos hombres muy mayores, uno alto y delgado y el otro bajo y gordito, con barbas muy dejadas y con unas gabardinas grisáceas muy estropeadas, típicas de pescadores. Sin saber qué hacer retrocedieron y volvieron a la gran sala. Allí seguía Marcos que les saludó con una sonrisa sarcástica. Fran y Raúl se movieron a uno de los laterales y los dos hombres se quedaron en la puerta obstruyéndoles el paso. ~¿Adónde ibais chicos?- dijo uno de ellos-. Si aún no habéis descubierto el gran secreto, ¿verdad? Jajajajaja. Raúl se aferró a Fran, le cogió por el hombro y le susurró al oído. ~Fran, ahora no, tenemos que ganar tiempo- le dijo muy despacio-. Dejémosles que nos cuenten lo que quieran, luego intentaremos salir de aquí como sea. Mientras Marcos o más bien Jacson, andaba por la sala para deleitarse con su biografía, sus dos camaradas cerraban la única salida que allí había. Fran y Raúl, se quedaron en un lateral, impacientes, esperando una ocasión para escapar de tal situación. Durante unos minutos, el silencio se apoderó de tan insólita situación, esperado todos a que Marcos comenzara la historia. En aquellos instantes, el único sonido eran las gotas de agua al caer del techo abovedado y el susurro del surco de agua que corría por el suelo. Marcos o más bien Jacson, realmente no sabía por dónde empezar. Su historia era tan antiquísima y tan trascendental, que no podía quedarse en un simple cuento. Tenía que remontarse más allá de lo que recordaba. Se quedó un buen rato pensando e intentando recordar cómo empezó todo. Poco a poco iban surgiendo en su mente aquellos recuerdos que durante muchos años, o siglos, permanecieron olvidados para él.
VI.- Dinastía“Sé que lo que os voy a contar es algo más que increíble para vosotros, pero completamente cierto, y prueba de ello, es que yo estoy aquí. Aunque es una historia muy, pero que muy larga, voy a intentar resumirla- iba diciendo Marcos mientras andaba de un lado para otro. A medida que lo contaba, gesticulaba mucho y movía las manos de arriba a abajo, tal cual lo hacía Jacson en la escalinata-. Antes de comenzar debéis saber, más o menos, que es la conciencia. La conciencia es el conocimiento que tiene un ser de su propia existencia, de sus estados y de sus actos. Pero ese conocimiento es espiritual y se manifiesta en un cuerpo. Eso quiere decir que tu conciencia puede viajar de cuerpo en cuerpo y con ello el conocimiento. Es por ello, que yo ya no soy aquel que tenéis delante, vuestro amigo Marcos, sino el que dejasteis atrás, Jacson- hizo una pausa. Fran comenzó a sentir pánico. Raúl le puso la mano en el hombro, no dijo nada y lo tranquilizó. Nadie habló, nadie le interrumpió y siguió relatando-. Mi conocimiento, mi conciencia, la voy trasladando de un cuerpo a otro, porque el cuerpo es perecedero y el alma no. Sin embargo, al hacer este viaje, los recuerdos del nuevo ser donde me alojo, quedan en la memoria y a veces los sentimientos se mezclan y tardo un rato en saber dónde estoy. A decir verdad, me cuesta trabajo saber quién soy yo realmente. Tengo demasiados recuerdos y muchas anécdotas, pero aun así sigo recordando quién fui.” “Una vez dicho esto, tendría que remontarme muchos milenios para tener consciencia de mi primera conciencia. ¿Quién soy realmente, adónde voy y a quién espero?, eso no lo sé, lo que sí sé es cuál fue el primer cuerpo en donde me alojé. Es uno de los que mejor recuerdo, pues de tantos que ha habido, algunos casi los he olvidado. El primero fue, Narmer, concretamente, el primer faraón de Egipto, ¿increíble, verdad? jejejeje- rió un poco Jacson-. A los diez años, mi conciencia entró en su cuerpo, no sé por qué ni para qué. Junto a él, mis seis hermanos, en diferentes cuerpos, que durante muchos siglos permanecimos juntos. Nosotros fundamos la I Dinastía de Egipto. A diferencia de lo que muchos creen, las pirámides egipcias no se construyeron para asegurar el cuerpo del faraón embalsamado para el mas allá, sino como una señal de llamada a mis ancestros para que vinieran a recogernos. Al principio construimos lo que se llamaban Mastabas, una especie de pirámides, pero más pequeñas. Luego cuando dejamos el cuerpo del faraón viejo para entrar en la de un niño joven, al faraón lo metíamos en ese sepulcro y preparábamos otro. M ás tarde vinieron las pirámides escalonadas y finalmente las grandes pirámides. Al no tener respuesta, decidimos hacerlas más grandes todavía y por eso hicimos la de Keops, impresionante ¿verdad? Pero seguíamos sin tener respuesta de aquellos que nos dejaron allí, aunque a decir verdad, no sabíamos quiénes eran. De un cuerpo viejo a un cuerpo más joven pasaban los años y no parábamos de construir pirámides. Una vez, siendo joven, ¿conoceréis la historia de Tutankamón?, pues bien, en medio de una caza en el desierto, tuve un accidente con mi carroza tirada por caballos. En ese percance, me fracturé la pierna izquierda y me provocó la muerte con tan sólo diecinueve años. Lo recuerdo muy bien, porque tuvimos muchos problemas para poder buscar un nuevo alojamiento de mi conciencia. Como ya sabréis, si el nuevo alojado no cree, no se puede hacer, y cada vez la gente es más escéptica. En aquella ocasión, al ser tan joven, no teníamos preparado a nadie para ello, pero lo conseguimos. Después de este encontronazo, cansados de esperar, mis seis hermanos y yo, decidimos irnos de Egipto, para buscar por otros lugares alguna respuesta de nuestra familia.” “Viajamos por todo el mundo, conocimos a mucha gente y fundamos muchos reinos que necesitaría más de un millón de páginas para narrarlos. Fuimos desde gobernadores de Roma hasta emperadores de China y Rusia. En todo ese tiempo, nos enriquecimos, pues siempre hemos tenido tesoros como éste, guardados por muchos rincones del mundo. Gracias a esas riquezas era fácil alcanzar el poder. En antiguas catatumbas, en pasadizos secretos o en cloacas romanas como ésta, ocultábamos nuestro tesoro. Pero no todo sucedió como quisimos ya que por el camino, de los siete hermanos, cuatro de ellos, murieron y no pudimos alojarlos. De todo lo acontecido, de todos los alojamientos, el que más recuerdo y con el que más disfrutamos, fue el de la piratería, jejejeje, ¡qué tiempos aquellos!” “Como ya sabéis, me llamaron el Pirata Media Bota, pues a los grandes piratas les robé, les engañé, les traicioné y con su tesoro me quedé. Todo cuanto ellos tenían, en galerías como ésta lo guardé. Muchos se preguntarán, cómo o más bien cuándo, ya que los piratas que asedié, eran de diferentes épocas. Todo lo que he contado en la plaza de la Alameda Vieja son verdades. Con la única diferencia que los acontecimientos narrados abarcaban diferentes épocas y con distinto cuerpo. El primer pirata en que se basó mi venganza fue aquel que la bota me arrancó, Barbarroja. Me infiltré en su tripulación y con astucia le robé todo lo que tenía el Día del Pirata, dejándole una nota en su camarote “Jacson, el Pirata Media Bota, ha vuelto, gracias por darnos vuestro oro”. Luego con el tiempo, desaparecí y volví a hacérselo a Henry Morgan, y luego a Black Bart y también a Francis Drake y a muchos más, dejándoles a todos la misma nota. El último y para culminar, fue al más temible, el más famoso y sanguinario de todos ellos, a Edward Barbanegra, ¡qué trabajo nos costó! Al ser todos de diferentes épocas, nadie pensó que era yo, el Media Botas, el que lo hacía. La verdad es que cambiaba de un cuerpo a otro, me compraba un nuevo barco y contrataba a una nueva tripulación, pero seguía siendo yo, yo y mis dos camaradas Pery y Deivid. Nadie lo creyó en las notas que dejaba en sus camarotes, por eso, con el tiempo mi nombre se olvidó.” “Así que como veis mis historias son ciertas. Todo cuanto sabéis de Jacson y del Pirata Media Bota, es verdad. Ahora lo único que os queda es creer en todo cuanto os he contado. Creer para poder vivir, pues si no os dejáis alojar, mirad vuestro pies y sabréis lo que os pasará.” Mientras Jacson, iba concluyendo su relato, Raúl y Fran, escucharon un leve sonido justo detrás suya por las galerías. Con un codazo el uno al otro, ambos se percataron de ello, mientras que los demás no lo escucharon. El leve sonido comenzó a manifestarse en un murmullo, en unas pisadas que se aproximaban y poco a poco se fue haciendo más sonoro. Jacson que era el que hablaba no lo escuchó, pero sus dos compañeros, sí. En el momento en que lo sintieron se volvieron hacia atrás exclamando: ~Oye, ¿qué es eso que se escucha por ahí?- dijo Deivid -. ¿Qué tenemos, visita? En aquel momento, Raúl echó a un lado a su amigo y dando varios pasos rápidos, arremetió contra los dos que les obstaculizaban la salida, empujándoles fuertemente. Al estar ambos distraídos, perdieron el equilibrio y junto con Raúl, cayeron los tres al suelo. ~¡Ahora, Fran, escapa!- gritó mientras se caía sobre sus oponentes. Fran intento huir, saltando por encima de los que estaban en el suelo, pero antes de salir, esperó unos instantes en la entrada a su amigo. Raúl intentó levantarse pero fue agarrado por Pery de una pierna y volvió a caer al suelo. Fran en ese momento dudó si huir o ayudar a su amigo. Jacson miraba la situación sin inmutarse, observando tanto a unos como a otros, pero en ningún momento reaccionó, se quedó simplemente mirándolos. Fran, que se dio la vuelta para escapar, recapacitó un segundo, girándose, acercándose a los tres que estaban en el suelo y le dio una soberbia patada a Pery en el estómago para que soltara a su amigo. Luego le estrechó la mano a Raúl, le ayudó a levantarse y huyeron de allí despavoridos. Al llegar al cruce, a la bifurcación de la galería, Fran dio varias zancadas hacia la derecha, viendo una luz al fondo a modo de linterna que destellaba. ~¡Fran, no, por ahí no!- le gritó Raúl que se paró de ipso facto-. Nos encontraremos con el guardia y ese es muy fuerte. Tenemos que ir por allá- señalando a la izquierda. Antes de comenzar, escucharon voces tanto por la galería frente a ellos como por detrás, por el gran salón. Asustados, se volvieron y echaron a andar rápido hacia la catedral. No podían correr pues estaba todo muy oscuro y el suelo muy mojado. Siguieron sin ton ni son, iluminando siempre al frente sin mirar atrás. En tan solo unos segundos las voces tras ellos desaparecieron y solo escuchaban el jadeo de su respiración y las pisadas en el agua. La distancia era corta e iban bastante ligeros aunque sin correr, por lo que en menos de un par de minutos, llegaron al final de pasillo. A su derecha, una escalera con peldaños muy altos que subían hacia arriba. ~Raúl, creo que ahí está el final- comentó Fran. Antes de subir las escaleras, se detuvieron un instante para respirar un poco y comprobar que nadie les seguía. Miraron tras sus pasos y no vieron ningún destello, ni escucharon ninguna pisada ni murmullos. Se miraron y con un gesto algo más calmado, comenzaron a subir por las escaleras de piedra. Al llegar arriba, se encontraron con un descansillo del mismo ancho que el túnel y en uno de los laterales, una puerta de acero galvanizado. ~¿Qué es eso?, parece metal- preguntó Fran. Ambos quedaron un rato examinando la puerta. Era una puerta de acero galvanizado de dos hojas que ocupaba completamente toda la superficie del descansillo. La parte de arriba era de medio punto siguiendo la silueta del techo de la galería. Frente a ella, pensando en cómo abrirla antes de darle una patada, se dieron cuenta de que tenía un pestillo en la parte superior y otro pestillo en la parte inferior. Eran de tipo manual y sin candado. Simplemente tenían que accionarlo. ~Es curioso, se abre desde aquí adentro. Seguramente sería la salida de emergencia en la época medieval- dijo Fran. Raúl se agachó para hacer correr el pestillo inferior y Fran se puso de puntillas para hacer lo mismo con el superior. Luego estiraron de ella, retrocediendo un par de pasos para que ambas hojas se abrieran. Ante ellos todo estaba oscuro y una especie de alfombra les cerraba el paso. Fran se acercó y la acarició. ~Creo que es una de esas típicas alfombras que se cuelgan en las paredes con dibujos. Ambos permanecieron callados unos instantes al escuchar pasos tras el tapiz. Pero enseguida hubo otra vez silencio y decidieron entrar. Levantaron la tela para pasar justo por debajo y entraron en una habitación que estaba completamente oscura. Ellos seguían con sus linternas encendidas, alumbrando todo aquel interior. Era la zona de los claustros de la catedral. Entraba una luz muy tenue por las ventanas de una cúpula que estaba sobre ellos. La habitación era pequeña, con un escritorio de madera y dos estanterías, una llena de libros y otra de reliquias. En esta última había coronas, cálices, bastones… todo de oro, plata y diamantes. En la habitación había dos puertas de madera antigua a cada lado. ~Bueno, por lo menos hemos escapado de esos piratas- dijo Fran. Ambos se miraron muy confusos por todo aquello. Miraron a las puertas y sin saber cuál elegir, Raúl con un gesto indicó una de ellas. Las dos eran completamente iguales así que lo mismo daba. Se dirigieron en sigilo a una y la abrieron con mucha precaución. La habitación contigua era muy similar a la que dejaron atrás, salvo que era más grande y tenía un ventanal lo suficientemente grande para que iluminase toda la habitación, por lo que apagaron las linternas. Al fondo otra puerta de similares características. Se volvieron a mirar y decidieron volver a cruzar la puerta, pero antes de hacerlo, la puerta se abrió y tras ella apareció un sacerdote. El clérigo llevaba su indumentaria de pastor, con capa y sotana. Al verlos, se sorprendió y les dijo: ~¿Qué estáis haciendo aquí? ¡Ladrones! Ambos amigos se quedaron mirándose sin reaccionar. Tal vez el clérigo los había visto entrar por ahí. ~No, de verdad, perdónenos. Hemos entrado sin querer huyendo de una locura-iba diciendo Raúl-. Indíquenos la salida a la calle y olvidemos este asunto, por favor. Raúl le empujó con los dos brazos, tirando al suelo al sacerdote. Antes que el clérigo pudiese pedir auxilio, salieron corriendo de la habitación y entraron en otra parecida donde había otra puerta al fondo. Volvieron a entrar y entraron en un gran salón con una mesa enorme de madera para reuniones. Lo atravesaron y entraron en otra habitación pequeña donde se encontraron con otros dos sacerdotes. Estos les miraron y ambos chicos, de los nervios, ni siquiera se percataron de ellos. Pasaron por su lado tan deprisa que ambos sacerdotes tuvieron que apartarse. Salieron de los claustros y entraron en la gran catedral por una puerta cerca de la sacristía. Corrieron por medio de los asientos hasta la salida. Los visitantes que allí había los miraban con cara de asombro, como si fueran unos ladrones, pero nadie les interrumpió el paso. Por fin salieron fuera de la catedral por la puerta principal. Bajaron por las escalinatas de la entrada, zigzaguearon por las cuesta de la entrada, cruzaron una calle y en una pequeña plaza frente a la catedral, Plaza del Arroyo, se detuvieron unos segundos. Una vez allí, se miraron y se abrazaron, por fin eran libres. Se quedaron un rato, recobrando el aliento, respirando aire limpio y jadeando del esfuerzo. Desde allí la vista de la catedral era preciosa, se veían las balaustras de piedra por las cuestas que habían bajado. La simetría del edificio con sus contrafuertes y jabarcones junto con la fachada barroca, eran espectaculares. Se quedaron un rato viendo el conjunto, los tres rosetones y las dos puertas laterales bajo las vidrieras llamadas de la Visitación y la Encarnación.
~¿Sabes Raúl?- dijo Fran recuperando el aliento-. No me había fijado antes lo bonita que es la Catedral.
VII.- AlamedaCuando Jacson se desplomó en la escalinata de la Alameda, una ambulancia lo llevó al Ambulatorio del Arroyo que está en el centro de la ciudad. No estaba tan grave para llevarlo al Hospital General, así que allí lo examinarían y tomarían la decisión de ingresarlo o darle el alta allí mismo. Eva y Ale, que decidieron no acompañar a los demás al interior de los túneles, se acercaron a ver el estado en que se encontraba. Cuando llegaron al ambulatorio, unos pocos minutos más tarde que la ambulancia, en la oficina de información, preguntaron por él. Sólo dejaban entrar a parientes cercanos, pero al tratarse de un vagabundo y no tener a nadie, les dejaron entrar. Estaba en el área de observación, en una pequeña habitación junto con otro enfermo más, ambos sentados en una silla con ruedas. Su compañero de habitación era un anciano que había tenido una lipotimia y por eso estaba allí, aunque le iban a dar el alta en breve. Jacson estaba tumbado en la silla con un gotero y un tensiómetro, uno en cada brazo. El médico que lo atendía entraba y salía, para atender a otros pacientes en otra sala. Los chicos le preguntaron que cómo se encontraba y el doctor, encogiéndose de hombros, le dijo que bien. Eva le agradeció el trabajo y le pidió que si podían hablar con él. El médico asintió con la cabeza, permitiéndoles que se acercaran. Luego él salió de la sala y dejó a los chicos allí dentro. ~¿Cómo te encuentras Jacson?- le preguntó Eva amablemente, pero éste no contestó, es más, ni siquiera reaccionó. Eva que estaba agachada al lado de él se levantó asustada sin decir nada. Su corazón empezó a latir a gran velocidad y un sudor frío le recorrió el cuerpo. Había una silla en la habitación y rápidamente se sentó en ella. Con la respiración entrecortada, sacó su móvil y llamó a Raúl, sin obtener respuesta, ya que le salía fuera de cobertura. Sin pensarlo, le mandó el siguiente mensaje: “Estamos con Jacson, no sé qué ha pasado, pero no te fíes de Marcos”. Ale, que también lo había escuchado, se quedó petrificado, sin reaccionar y sin hablar, simplemente observando a Eva. El otro paciente que había en la sala, escuchaba la conversación pero no decía nada, se quedaba al margen de todo aquello. Eva, se levantó y volvió a acercarse al enfermo. ~Esto es una broma, ¿no?- le preguntó sin mucha convicción. Cuando Eva y Ale, estaban saliendo del ambulatorio en dirección al Alcázar, sus dos amigos, Raúl y Fran, se encontraban dentro de la gran galería de los tesoros. Raúl había recibido los dos mensajes de Eva, que le ayudaron, al menos, a estar alerta y precavido. Ambos consiguieron escapar de aquel lugar y salir de los túneles por la Catedral. Se detuvieron un instante en la Plaza del Arroyo para llamar a Eva por el móvil, pero recíprocamente, era ella la que no tenía cobertura. Así que, salieron corriendo en busca del resto de sus amigos. Al llegar al ambulatorio, preguntaron en la oficina de información por el vagabundo que hacía ya un buen rato había entrado por urgencias. Al igual que sucediera con Ale y Eva, también les dejaron pasar, indicándoles donde se encontraba el paciente. Al llegar a la habitación, se encontraron con el doctor que lo estaba atendiendo. Éste, sorprendido nuevamente al ver que el vagabundo tenía más visita, no puso ningún impedimento y les dejó pasar. ~¿Cómo está el paciente?- le preguntó Raúl. Ambos entraron en la habitación y se encontraron con Jacson y otro paciente, un anciano, a su lado. Jacson, al verles, sonrió levemente, alegrándose de que sus amigos hubieran ido a buscarle. ~¿Cómo estas…- le dijo Raúl acercándose. Quedó un instante pensando en cómo llamarle-. …amigo Marcos? Fran y Raúl se acercaron al anciano para ver que les decía y éste mirando de reojo a la puerta para ver que nadie entrase les contó. ~Batracotoxina… Los dos policías entraron y el ayudante se dirigió a Jacson. Le tendió una mano para ayudarle a levantarse. ~No te preocupes, te van a dar de comer y vas a tener un buen baño- comentó el ayudante haciendo un gesto tapándose la nariz. ~Por favor, tienen que ayudarnos. Mi amiga está en peligro- dijo al fin Raúl. Los chicos se asustaron y dieron un paso hacia atrás. Fernando estaba más cerca de la puerta y en el otro lado aguardaba Sergio, por lo que era difícil escapar. No obstante, Raúl estaba preparado para arremeter contra él como hizo en anteriores ocasiones para escapar. ~No os preocupéis chicos, no lo voy a hacer- dijo sonriendo-. Os voy a dejar marchar. Salvaos a vosotros mismos, huid- Fernando se acercó a la puerta y poniendo la mano en el picaporte, antes de abrirla, les advirtió-. O estáis con él o contra él. Si estáis a favor, nada os pasará, pero si estáis contra él, estáis acabados. No os lo digo más, iros, alejaos y no volváis nunca más. Raúl asintió con la cabeza y le guiñó un ojo como indicándole que lo recordaría. Luego, junto a Fran salieron de la sala y pasaron por delante de Sergio, que por su mirada, parecía que no sabía nada de aquellas historias. Se despidieron del médico y salieron del ambulatorio. Salieron del ambulatorio y callejearon por las Calles Santa Isabel y Visitaciones en dirección a la Catedral. No iban corriendo pero sí bastante deprisa, pues las distancias eran pequeñas. No tenían claro si entrar por la Iglesia o por el Alcázar. Raúl seguía llamando constantemente a Eva pero estaba todo el tiempo fuera de cobertura. Cuando llegaron a la Catedral, a una de las puertas laterales se miraron y sonrieron, después del alboroto que formaron, volver a entrar no era buena idea, así que subieron por la Calle Aire, hacia el Alcázar. Mientras se acercaban a la Plaza de la Alameda Vieja, le sonó el móvil a Raúl y se sorprendió al ver que era Eva. Muy contento lo cogió rápidamente y respondió a la llamada. ~¿Cómo estás? ¿Dónde estáis?- preguntó fugazmente Raúl. Estaban muy cerca, por lo que sólo tardaron un minuto en llegar. Cuando por fin la encontraron, estaba solamente ella, de pie, delante del banco. Raúl llegó y el banco estaba entre ambos. Sin perder tiempo lo saltó, se dirigió a ella y la abrazó, ella hizo lo mismo. Luego se apartaron y se miraron, de los ojos de Eva salieron un par de lágrimas y ella se volvió esquivando la mirada de Raúl. ~¿Estás bien?- le pregunto Raúl. Raúl la miró a los ojos. Los tenía muy rojos de las lágrimas que había soltado. Se las secó y le sonrió. La sonrisa no iba acorde con la mirada, más bien era una sonrisa sarcástica. Eso lo notó Raúl y con desconcierto le preguntó: ~¿Estás bien? ~Cuando salimos del ambulatorio… - comenzó a relatar Eva-. ...tras llamarte al móvil y no haber cobertura, te mandé varios mensajes, de los cuales no obtuve respuesta. Supusimos que estabas dentro de los túneles, ya que allí no habría señal. Así que fuimos a vuestro encuentro cuanto antes para avisaros en persona de lo que le había sucedido a Marcos. Al entrar en el Alcázar, que estaba a punto de cerrar, encontramos al vigilante y le dijimos que nuestros amigos estaban en peligro. Él al principio quiso echarnos de allí, pero cuando le dijimos lo que le había pasado a Jacson, nos dijo que le siguiéramos y nos guió a la entrada del túnel. Adrián, es un tipo genial, dispuesto a colaborar siempre. Eva terminó de contar su historia y antes de poder decir algo más Fran le interrumpió levantándose del banco. ~¿Quieres decir que Ale y tú sois ahora…?- iba preguntando Fran pero no pudo terminar la pregunta. Raúl se postró ante él, amenazante, con ganas de venganza, pero al ver frente a él, el rostro de su amada, era incapaz de agredirle. La cogió por los hombros, con los ojos y mejillas rosadas pero sin soltar una lágrima y le suplicó: ~¿Qué puedo hacer? Todo esto es surrealista. Dime qué hago o busco a Jacson y de verdad, le haría cualquier cosa para que todo volviera a estar en su sitio. Fran se postró ante Pery con ganas de agredirle para que éste no se marchara tan fácilmente, pero Pery, sin pensárselo, le dio un soberbio puñetazo en el estómago. Fran se inclinó de dolor. ~Esto querido amigo, es por la patada que me distes allí abajo- luego Pery le dio un puñetazo en el rostro y Fran calló al suelo-. Y éste es para que no pienses en venganzas- Pery se sacudió las manos de dolor y se dijo para él mismo-. Qué manos más blandas tiene esta mujer. Pery se dio la vuelta y se marchó. De los ojos de Raúl salieron varias lágrimas, se sentó en el banco y rompió a llorar como un niño. Fran se levantó y se sentó junto a su amigo. Una mano la tenía puesta en el estómago por el dolor y la otra se la extendió al hombro para consolarlo. Fran tenía un dolor corporal que, tal vez, en un par de horas sanaría pero Raúl tenía un dolor espiritual que, tal vez, no curase ni con el paso del tiempo. ~Chico, vaya situación la nuestra. Al final, Eva se va a ir con Ale. Vaya tela- dijo Fran en tono de humor para animar a su amigo. Raúl le devolvió la sonrisa, se acercó a su amigo y le puso las manos sobre sus hombros. Lo miró fijamente y le contestó: ~Nuestros caminos se separarán, pero seguiremos en contacto. Algún día volveremos y los Fronters culminarán su venganza. Te por seguro que esto no volverá a pasar. Ambos se abrazaron y se apretaron fuertemente con sus brazos. Así permanecieron un par de minutos pues aquello era una triste despedida. Cuando se separaron, se estrecharon la mano y cada uno se fue por caminos diferentes hacia sus casas. Todo lo sucedido en aquel día pasó inadvertido para el resto del mundo salvo para los cinco amigos, a los que les cambió la vida para siempre. Con respecto a Marcos, Fran y Eva, aunque ya no eran quienes eran, para sus padres, seguían siendo los mismos, sus hijos, aunque con un carácter completamente diferente. Sin que los padres supieran por qué, se volvieron muy exigentes, mal educados y pasaban completamente de ellos. Cada vez se complicaban más las relaciones familiares, en el instituto dieron un giro radical en su trayectoria a peor, hasta tal punto que fueron expulsados. Dejaron a un lado los estudios y al resto de sus amistades. Sus padres estaban indignados, ya que sólo se peleaban y discutían. Llegó a ser tan dura la relación entre ellos, que al final los chicos se independizaron y emprendieron su vida por su cuenta. Tenían muchos contactos, pues los que estaban dentro del clan oculto, sabían realmente quienes eran. Además, tenían todo el dinero y tesoros del mundo. Con el tiempo se les perdió la pista y nada más supimos de ellos. El vagabundo Jacson, que en realidad era Marcos, fue del ambulatorio al comedor de El Salvador. Allí pernoctó unos días y aunque su estado no mejoró, ya que le diagnosticaron crisis de identidad, delirios, etc… lo dejaron marchar de allí. Deambuló por la ciudad hasta enfermar y morir solo en una habitación del Hospital de Jerez. Nadie reclamó la desaparición de sus otros dos amigos, alojados en los cuerpos de Deivi y Pery. Eran dos pescadores a los que sólo conocían aquellos que iban al espigón de La Puntilla a pescar, por lo que a nadie le importó su desaparición. Sus cuerpos, yacen inertes junto al resto de esqueletos de la gran sala de los tesoros. Todo esto lo sé, porque mi amigo Fran me lo contó. Él al terminar los estudios se alistó en una academia del ejército y durante muchos años no volvió a esta ciudad. Con el tiempo, se enamoró de una jerezana, tuvo hijos y fue muy feliz. Al igual que él, yo también lo he sido, terminé mis estudios, me casé y tuve hijos. La única diferencia es que no he vuelto a esta ciudad desde aquel día. Mucha nostalgia, pues Jerez es una ciudad preciosa y el que no la conozca, sólo tiene que dar un paseo por las calles del centro, visitar la Catedral y el Alcázar, y darse cuenta de que está en una de las ciudades más hermosas del mundo. Ambos hemos tenido una relación a distancia, no nos hemos visto desde entonces y seguimos sin vernos. Por las plataformas de internet o por mail sabíamos el uno del otro, contándonos cada momento nuestras vidas, aconsejándonos, desahogándonos, pero sin vernos. Hace unas semanas recibí un mail de mi amigo Fran: “Raúl, necesito que vengas, este es el momento que estábamos esperando. El plato está sobre la mesa, sólo queda esperar que los comensales lo saboreen”.
VIII.- Venganza..... si quieres saber que sucedió en este último capítulo, ponte en contacto con el autor que sin ningún problema te mandará bien sea en formtato o papel, la resolución final de esta historia... Nuestro único objetivo es que el lector disfrute con estas historias y que interactue con el escritor, para conocer de la mano del lector su porpia opinión del relato. La peor crítica que puede recibir alguien es el silencio, es preferible un "no me ha gustado" que no decir nada. Así que dime que te ha parecido lo que llevas leido y te regalaré una edición en papel.
Título.-Fronters, Piratas y Faraones Reseñas del Autor en: Mail del Autor en: Venta eBook Kindle en: Agradecimiento a todo aquel que lea este relato y le dé al “Me Gusta” en mi enlace facebook. Si quieres seguirme y saber más de mí y de los relatos que se van publicando, entra en:
Primera Edición.- Julio-2017 Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito del autor. |